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Padre, perdónalos

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero… (Isa 53:7)

 

La cruz de Cristo es el símbolo más grande y poderoso del cristianismo. Allá en el monte Calvario vemos a Jesús en la cruz, rodeado de burlas y sufriendo una muerte cruel. Pero la verdad es que, en ese momento, la historia de la humanidad fue cambiada para siempre.

¿Qué nos muestra Dios en la crucifixión de su Hijo?

He aquí tres realidades que expone la crucifixión de Jesucristo.

 

❶ La magnitud del amor divino

La cruz no es simplemente un símbolo de dolor y sufrimiento, sino también del amor de Dios hacia la humanidad. En la cruz, vemos la máxima expresión del amor divino, que se entregó a sí mismo para salvarnos. La cruz es la muestra más maravillosa del amor de Dios por nosotros; allí Dios demostró su amor hacia nosotros de la manera más profunda y tangible; en una entrega misericordiosa y sacrificial.

 

La severidad de la justicia divina

La cruz también es un símbolo de la justicia de Dios. En la cruz, vemos que Dios no ignoró el pecado, sino que lo castigó en la persona de su propio Hijo. En la cruz, se llevó a cabo la justicia divina que nuestra propia culpa merecía. En la cruz, Dios demostró su justicia, castigando el pecado de manera perfecta y justa en la persona de Cristo como redentor sustituto, inocente y perfecto.

 

❸ La necesidad de arrepentimiento y fe

La cruz no sólo tiene un significado teológico, sino también un llamado práctico a nuestras vidas. La cruz nos llama al arrepentimiento, a abandonar nuestros pecados y a confiar en Cristo como nuestro salvador.

La cruz nos llama a arrepentirnos y a confiar en Cristo como nuestro salvador. El redentor sustituto nos llama a renunciar a nuestros propios esfuerzos de salvación y a confiar en la obra completa de Cristo en la cruz, pues la única manera de tener paz con Dios es a través de la fe en Cristo.



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